¡Es la pleamar!

A veces suceden fallos absurdos en los ordenadores que, aparentemente no tienen explicación. Unas veces los misterios quedan sin resolver pero otras se acaban encontrado la causas, por inverosímiles que puedan parecer.

Hace unos meses escribimos sobre un el caso del correo de las 500 millas, un problema que imposibilitaba a una universidad enviar correo electrónico a una distancia superior a las 500 millas.

En esta ocasión, la historia trata de un servidor que, sin ninguna razón, dejaba de funcionar y, sin ninguna otra razón, se ponía a funcionar. Esta es la narración:

El lugar era una habitación de servidores, en algún lugar de la 4ª o 5ª planta de una oficina en Portsmouth (creo) en los muelles.

Un día, la base de datos principal de Unix se cayó. Fue reiniciada pero se caía una y otra vez, así que llamaron a la compañía del servicio técnico.

El tipo del servicio técnico… creo que su nombre era Mark, no es que importe… dudo que lo hayáis conocido así que de todas formas no es importante. No lo es, de verdad. Mirad, nos vamos a quedar con Mark para que encaje todo, ¿vale? Bien.

Así que Mark llega ahí unas horas después (Leeds a Portsmouth, ya sabéis, está muy lejos), enciende el servidor y todo funciona sin problemas. Va a los archivos de registro y no encuentra demasiado con lo que trabajar. Entonces Mark vuelve al tren (o cual sea el modo de transporte que haya usado para llegar, con lo que sé podría haber sido una vaca… mirad, eso no importa ¿vale?) y se dirige de vuelta a Leeds después de un día tirado a la basura.

Más tarde ese mismo día, el servidor se vuelve a caer. Exactamente la misma historia… no volverá a levantarse. Mark da el soporte remoto habitual pero el cliente no puede poner el servidor a funcionar.

De vuelta al tren, bus, pastel de merengue de limón o el que fuera, vuelve a Portsmouth. Lo enciende ¡y el servidor arranca sin problemas! Es un milagro. Mark dedica unas horas para asegurarse de que no hay nada más con el sistema operativo o el software y finalmente regresa a Leeds.

En algún momento del día, el servidor se cae (¡tranquilo tigre!). Esta vez parece prudente llamar a la gente del servicio técnico del hardware para sustituir el servidor. Pero no, se vuelve a caer unas 10 horas después.

El patrón continúa durante unos días. El servidor funciona y después de unas 10 horas se cae y no funciona durante otras 2 horas. Comprueban la ventilación, comprueban fugas de memoria, lo comprueban todo pero no se les ocurre nada. Luego todo se para.

Una semana sin problemas… todo el mundo estaba contento. Contentos, eso es, hasta que empezó otra vez. El mismo patrón. 10 horas encendido… 2-3 horas apagado…

Y entones alguien que no era técnico IT dijo:

«¡Es la pleamar! ¡Deja de funcionar cuando hay pleamar!»

Esto, al parecer, es un concepto ajeno al personal de mantenimiento informático, a quienes no es probable encontrarse estudiando el almanaque de las mareas durante los descansos para el café.

Así que dijeron que no podía tener nada que ver con las mareas porque había estado funcionando durante una semana.

«La semana pasado había marea muerta, esta semana hay marea viva».

Aquí hay un poco de jerga para lo que no tengáis carnet de barco. Las mareas funcionan con los ciclos lunares, así que cada 12.5 horas conforme la Tierra gira, la atracción gravitatoria del Sol y la luna tiran de la marea. En un ciclo de 12.5 horas, empezarás con marea alta, entonces tienes marea baja en medio y al final con marea alta. Pero conforme la órbita de la Luna cambia, se producen las diferencias entre marea alta y baja. Cuando la Luna está entre nosotros y el Sol o en el lado contrario del planeta, tenemos mareas vivas. Estos son las mayores alturas y las menores bajuras. Cuando hay medialuna, tenemos mareas. La diferencia entre mareas altas y bajas es pequeña. El ciclo lunar es de 28 días, como las mareas vivas y muertas.

Volviendo a la historia.

Después de explicar el sentido de los movimientos de mareas a un puñado de técnicos, estos inmediatamente consideraron la posibilidad de llamar a la policía. Algo justo. Pero resulta que el tipo estaba en lo cierto. Dos semanas antes, un destructor de la Armada o algo había amarrado cerca. Cada vez que la marea se ponía a una altura concreta, la torre vigía estaba en linea directa con la planta donde estaban los servidores. Parecía que el radar (o las interferencias del radar o lo que fuera que los militares tenían en sus barquitos de juguete) estaban haciendo estragos a los ordenadores.

La historia original se puede leer en este sitio.

2 comentarios en “¡Es la pleamar!

  1. Cosas curiosas de la vida. Eso te pasa y te llevas una semana tirándote de los pelos en el tren. Yo los llamo poltergeist tecnológicos.

  2. Hace unos años me llego un cliente al que no le funcionaba el sonido de la torre. Cambiamos la tarjeta de sonido (fijaos si hace tiempo) y nada. Formateamos y nada. Entonces probamos otra placa base pero seguía sin funcionar. Después de varios días dándole vueltas descubrimos que el fallo estaba en la tarjeta de red que provocaba no se que conflicto por algo que se había chamuscado. Cambiamos la tarjeta de red y volvió el sonido.

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